4 de junio de 2011

Crónica desde Brasil de un viaje a Corea Popular

El pasado mes de abril, una delegación brasileña visito la República Democrática Popular de Corea. A continuación, compartimos con todos los lectores de este blog la crónica de dicho viaje, redactada por Alexandre Rosendo y traducida al castellano por C. Lorente.


9 de abril de 2011

Después de pasar cuatro días en la República Popular China, ahora es momento de visitar otro país socialista por el cual tuve siempre un especial cariño: la República Democrática Popular de Corea. Hasta hoy el camarada Gabriel y yo siempre habíamos discutido acerca de la grafía correcta: ¿es República “Popular Democrática” o “Democrática Popular”? En el álbum de cromos de la copa del mundo y en el Manual de Economía Política ponía “Democrática Popular”, pero en los textos en español del propio gobierno norcoreano se habla de “Popular Democrática”. Bueno, en fin... Voy a dejar la elección de “Popular Democrática” o “Democrática Popular” a gusto del lector. Ya me acostumbré a decir “Democrática Popular” y creo que ambos epítetos son correctos...

No voy a gastar mucho de mi tiempo hablando de los grandes momentos que nosotros (la delegación) pasamos en China. Desde los años 80, el país experimentó un ciclo de desarrollo ininterrumpido hasta el día de hoy (algo imposible para países capitalistas que pasan por crisis cada 8 años). Las reformas de Deng Xiaoping situaron a China en el siglo XXI como el mayor y más desarrollado país socialista del mundo. La modernización de las ciudades llegaba a hacer brotar lágrimas en nuestros ojos. La eficiencia del transporte público (autobuses muy modernos y baratos, cuyo billete cuesta apenas 1 yuan, lo que equivale a cerca de 24 centavos de real brasileño) y la limpieza de la ciudad de Beijing fueron lo que más me marcó. No sé la opinión de mis camaradas, al final no llegamos a conversar mucho sobre eso...

De cualquier forma, a pesar de dirigirnos a visitar la nostálgica Corea Democrática, Patria de Kim Il Sung, en cuya historia se refleja el mérito de haber derrotado a los dos imperialismos más asesinos del mundo (norteamericano y japonés), ya estábamos empezando a pensar con nostalgia en China, incluso antes de salir de ella. Ya eran las 6:30 de la mañana y aún estábamos tomando un café occidental a 38 yuans por persona. Hicimos amistad con la mujer de la tiendecita de enfrente del hotel. Ella sólo hablaba chino y por tanto nuestras únicas formas de comunicación eran “ni-hao”, “ni-hao ma?”, “Mao Dushí”, “Tunhiê” ou “Nijiao-shin miê?”, lo que no resultaba de mucha ayuda... De cualquier manera, también empezábamos a echarla en falta a ella.

El camarada Ri Hwa Gun, embajador de la RDPC en Brasil, nos dijo que sería posible comprar el pasaje Beijing-Pyongyang solo a partir de las 9 horas del día 9 de abril. Desgraciadamente, olvidó informarnos de si lo compraríamos en la Terminal 1, 2 o 3 del aeropuerto. Ay, maldición... ¡Qué ingenuos somos! Con certeza, para mí, que estoy acostumbrado al pequeño Aeropuerto Internacional Julio César de Belém, las cosas serán muy complicadas al llegar a uno de los mayores aeropuertos del mundo, con tres terminales. Voy a gastar algunos de los 50 minutos de créditos internacionales que tengo para intentar contactar con el camarada Hwa Gun de la embajada. El camarada Ma lo coge y dice que Hwa Gun está reunido. Genial, ahora tenemos que dejar nuestro viaje en manos de algún ente divino y hacer el clásico “pito pito”... y escogemos la terminal 2. Bueno, teníamos el 33,3% periódico de posibilidades de acertar. Efectivamente, era la terminal 2 y allí pudimos encontrar el mostrador de Air Koryo y comprar nuestro billete para Pyongyang. Está bien, grupo. Vamos a fumar un cigarro fuera, a tomar un Sprite y de ahí subimos a la puerta de embarque.

No recuerdo ahora si André estaba fuera con nosotros. Él tomó la sabia decisión de no gastar dinero en tabaco en Europa (hicimos una conexión en Holanda antes de marchar hacia China) ni en China, lo que le dejó algo más de dinero para poder gastar en Corea. Debió de ir hacia el aeropuerto mientras Gabriel y yo salíamos a fumar.

Algo debía de andar mal por allí... Miré al frente y divisé un grupo de personas de ojos rasgados que llevaban insignias del Presidente Kim Il Sung. ¿Es posible? ¿Ningún guardia armado hasta los dientes para evitar que huyan de aquello que Ana Paula Padrão llamó “una de las últimas dictaduras comunistas del mundo”? Estaban riendo, socializando, ¡RESPIRANDO! No eran sólo ellos. Más adelante, veo acercarse en nuestro camino una señora entrada en años también con la insignia de Kim Il Sung, acompañada de una niña de aproximadamente cinco años, probablemente su nieta. Niños bien alimentados, contrastando con aquellos “bebés-sapo” que veíamos en la portada de la Revista Veja.

¿Norcoreanos sonrientes y afables? Sí, ni siquiera tuvimos que entrar en Corea del Norte para tener nuestra primera sorpresa respecto al país. Y aún tendremos más, sin asomo de dudas. Estamos llenos de expectativas. ¿Qué vamos a ver? Según la prensa del sistema, veremos un país en el que unas simples reclamaciones al Partido "omnipresente y omnipotente" pueden llegar a significar que se lleven a más de cuatro generaciones de tu familia a un campo de concentración para el resto de su vida. Según nuestros camaradas del PCdoB y del PPL que ya estuvieron allí, veremos un país que, a pesar de las innegables dificultades, sigue teniendo un nivel de vida espectacular, libre de impuestos, con precios bajos para la adquisición de productos y que tiene a su disposición los mejores sistemas de educación y salud del mundo, cien por cien gratuitos. Según la compañera Rosanita Campos, nos encontraremos con una gran potencia económica y social. Según la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margharet Chan, entraremos en contacto con un sistema de salud que sirve de modelo para los países más desarrollados del mundo... En fin, ahí queda el contraste de opiniones.

Disfrutando de la presencia de coreanos que no están acompañados por guardias armados hasta los dientes para no fugarse del supuesto “Infierno”, miramos el reloj y vemos que es la 13:10. Hora de entrar.

La comida realmente no era de las mejores. Para el que pasa la vida comiendo feijoada (plato típico brasileño a base de frijoles), costillas, arroz, farofa (acompañamiento tradicional brasileño a base de harina de mandioca o maíz), etc., un kimchi (plato tradicional coreano) realmente no es lo mejor que puedes pedir. La música que sonaba en el avión salvo nuestro viaje. Marchas militares que adorábamos escuchar en Brasil, como “Look at us” nos dejaban más reconfortados. No necesitaba sacar mi teléfono del bolsillo para escuchar Gonzaguinha, Noel Rosa, las pegatinas del Museo o el Air Supply (hay eclecticismo...).

Algunos minutos después ya estamos sobrevolando Corea. La conversión de suelo para plantaciones de alimentos salta a la vista. Al contrario de lo que dice la prensa, la crisis alimentaria por la cual pasó el país en los tristes años 90 no tiene su origen en la metafísica “dictadura comunista”. La pérdida de casi todos los mercados para importar y exportar productos tras la caída de la URSS, la intensificación de los bloqueos imperialistas y los continuados desastres naturales contribuyeron a destruir prácticamente la agricultura del país.

Cuándo la RDPC, a causa de esta situación, se vio obligada a recurrir a los organismos de ayuda humanitaria, nos encontramos con que tal ayuda fue bloqueada por los imperialistas y dejó a buena parte de la población, en aquella época, a la suerte del hambre. Todo en nombre de la "democracia" y la "libertad", por supuesto.

En la década de 1970, Corea del Sur pasó por serios problemas en la agricultura. Léase: la producción de cereales en 1969, 1970 e 1971 fue, respectivamente, de 7,73, 7,47 e 7,4 millones de toneladas. Situándose el consumo entonces en cerca de 12,6 millones de toneladas, la producción sufrió un déficit de 5 millones de toneladas de cereales. El déficit tuvo que ser cubierto por importaciones. Pero, ese mismo año, el gobierno surcoreano planeó importar apenas 3 millones de toneladas de cereales. Los otros más de 2 millones fueron cubiertos por la ayuda del pueblo norcoreano en solidaridad con sus compatriotas del Sur.

¿Por qué, frente a un gesto de solidaridad como ese, años después el gobierno fascista surcoreano decide cortar el suministro de fertilizantes al pueblo del Norte? Sabiendo que el suelo del Norte está degradado y necesita mayores avances químicos para producir, Lee Myung Bak y Barack Obama prefieren dificultar las relaciones Norte-Sur y bloquear al país aún más, para que después la prensa pueda alardear de que las dificultades por las que pasan los coreanos del norte son culpa de la “dictadura comunista”. Parafraseando a Kim Il Sung en una frase de 1993: “¡Que nos bloqueen cuánto quieran! ¡Nuestra producción recuperará el ritmo de años atrás y nuestro socialismo centrado en las masas populares saldrá victorioso!”.

En efecto, el finado Kim Il Sung se mostró correcto. En 2010, Corea del Norte retomó su producción de fertilizantes y ya ha conseguido superar buena parte del problema de la producción de cereales.

Todas esas maniobras se suman a un esfuerzo tremendo por parte de la población en aprovechar cada cm² de tierra fértil para abastecer la demanda interna de cereales. Pudimos también presenciar eso de una manera marcada por toda Corea: mismamente en medio del aeropuerto, en medio de las pistas por donde pasan los aviones, encontramos plantaciones de arroz. En Pyongyang, en los lugares más altos con las casas más simples, también hay plantaciones de arroz.

Un paréntesis: Desde que he vuelto a Brasil y comento con amigos, familiares etc. que visité la RDP de Corea y tuve excelentes impresiones del país a causa de su aspecto desarrollado y de su acogedor pueblo, siempre me sorprendo con el machacado cliché de que “solo te han mostrado la parte buena”. Acabo de pensar, por tanto, sobre la “parte mala” del viaje. El lector topará con la parte mala por segunda y última vez en mis impresiones del país. Quitemos toda la “parte mala” (que, en comparación con los países que conocen el fenómeno del “subdesarrollo”, no sería una parte “tan mala”) de Corea y, pronto, crearemos un paraíso en la Tierra. Punto final.

Bajamos las escaleras del avión y ponemos nuestros pies en la RDPC por primera vez. Cogemos un autobús y nos adentramos en el aeropuerto. Y, al subir las escaleras, nos encontramos con un coreano alto que pregunta en castellano “¿Ustedes son de la delegación de Brasil?”, y... listo. Acabamos de conocer al camarada So Ryung So, la persona que nos acompañaría por Corea los próximos 10 días. Como es complicado decir “So Ryung So” en todo momento, me referiré a él siempre como “camarada So”.

El camarada So, después de saludarnos, nos guío por otro camino del que estaba siendo tomado por la mayoría de los extranjeros. Nos abrimos camino entre una fila kilométrica de extranjeros, no tuvimos que pasar nuestro equipaje por los rayos X y en ningún momento fuimos cacheados. “Ustedes son VIP, personas muy importantes”, dijo el camarada So. Ya sabía, por boca de los propios coreanos, que, como todos los extranjeros, tendríamos que dejar nuestros teléfonos móviles en el aeropuerto, y así lo hicimos. Según Ana Paula Padrão, hasta nuestros pasaportes deberían sernos retirados en el aeropuerto (Son las REGLAS en Corea del Norte, ¡las REGLAS! ¿Quién no recuerda ese énfasis en la palabra “REGLAS”?). No fue lo que ocurrió, e incluso recogimos nuestros pasaportes en el mismo aeropuerto. En el documental de la “imparcial” periodista se decía que retener los pasaportes en el aeropuerto es un procedimiento habitual por el que pasan todos los visitantes extranjeros. Otra mentira (muy tonta, por cierto) que echamos por tierra.

Entramos en la furgoneta que sería nuestro medio de transporte durante toda nuestra estancia en Corea, acompañados por nuestro anfitrión, el camarada So, y una delegación rusa que también estaría con nosotros durante todo el viaje. Sin querer andar rebatiendo cada bobada que se dice sobre el país en la prensa, hace algunos años la Revista Veja publicó que cerca de seis norcoreanos fueron fusilados por poseer teléfonos móviles. El gran número de personas en las calles con teléfonos móviles en la mano también impresionaba. Bueno, tal vez fuesen “chinos contratados” para fingir toda esa situación para los extranjeros (risas).

Al fin llegamos al mundialmente conocido Hotel Koryo. De acuerdo con informaciones de la tan citada Ana Paula Padrão, una estancia diaria en ese hotel no saldría por menos de 500 euros... ¡Genial! Quien paga todo es el gobierno. Solamente en un país socialista un estudiante consigue hospedarse en un hotel de cinco estrellas. Voy a subir para conocer mi cuarto y ver si descanso un poco hasta nuestro banquete de bienvenida con un camarada de la Asociación Coreana de Ciencias Sociales, a las 18:30.

Alexandre Rosendo, miembro de la delegación brasileña que visitó la RPD de Corea el pasado mes de abril.