28 de agosto de 2010

Cuarta Crónica de "Un viaje a Corea", por Juan Nogueira

Cuarta Crónica de “Un viaje a Corea”
- Tercer día en Corea -
Juan Nogueira López
para el blog
“Corea Socialista”
El día comenzó bien. Al menos hoy ya se puede ver el sol y, a pesar de ello, hace menos calor. Quizás porque se ha reducido la humedad. Además, he dormido seis horas y media y, encima, del tirón.
En mi nueva condición de hombre liberado de la opresión totalitaria de la fritanga y las salsas, he conseguido que mi desayuno se componga de café con leche en polvo, tostadas con mantequilla y mermelada de fresa y yogur natural.
El problema es que me atendió la misma camarera de ayer, con su carita angelical y su voz suave. En varias ocasiones me preguntó, como si no acabase de creérselo, si no quería arroz o tortilla para desayunar. Mientras, a mi izquierda, un turista chino engullía huevos fritos. Serán cosas mías, pero eso a mí por la mañana no me entra.
Bromas aparte, en general, los camareros y camareras coreanas son eficaces e incluso a veces excesivamente atentas. Apenas te despistas un momento y ya te han retirado un plato que creían terminado o te han rellenado el vaso. Son muy agradables y detallistas.
Una cosa que me he fijado es que la mayoría de mujeres en Corea trasmite, por su rostro y sus gestos, ser una persona cercana y agradable. Ésta, como todo, es solo una de las caras de la moneda. Las mismas “doncellitas” que parecen sacadas de una película antigua, agarran el lanzagranadas en la Plaza Kim Il Sung durante los desfiles militares y manejan tanques y artillería.
En el caso de los hombres sucede algo distinto. En general, todos trasmiten seriedad e incluso a veces hostilidad. Pero es una falsa imagen completamente. En cuanto comienzan a hablar o tratas con ellos te das cuenta de que son, en general, personas de gran corazón y cercanas.
En general, los hábitos y las dinámicas de los norcoreanos son mucho más europeas que la de los chinos y otros pueblos asiáticos. Los coreanos van al teatro y a la ópera, practican deporte, trabajan en la industria y el sector servicios y veranean en la costa o la montaña.
Y sin embargo, probablemente es el país donde mejor se conserva una cultura asiática auténtica sin la “invasión globalizadora” occidental, es decir, sin reggaeton, Britney Spears, macro-centros comerciales y fast food. Visitar un templo, un restaurante, un pueblo o una vivienda en Corea no es ver un chiringuito turístico que vende una presunta “vida tradicional”, sino que es visitar un sitio donde verdaderamente se vive, se respira, se come, se reza así.
A las 9 de la mañana, como todos los días, comenzó mi clase. En este caso, tratamos sobre el cambio social a lo largo de la historia y sobre los sujetos de la Revolución. El mayor de los debates lo tuvimos en torno a la cuestión del origen de clase y la posición de clase. Es decir, ambos coincidíamos en que el socialismo es una sociedad a la que se llega por medio de una Revolución y que es una sociedad que refleja los intereses de la clase trabajadora.
Sin embargo, en la lucha revolucionaria participan personas de origen muy diverso, no todas pertenecientes a la clase trabajadora. Lo fundamental, señalaba O Sung Chol, es el proyecto que impulsen las personas, independientemente de su origen de clase. Lo fundamental son sus ideas. Engels o Zhou Enlai venían de familias adineradas y, sin embargo, fueron auténticos revolucionarios.
Por supuesto, eso es innegable para mí y más en mi caso, teniendo en cuenta que mi familia trabaja en una farmacia que tiene en propiedad. Pero, le apuntaba yo, no hay que perder de vista que el ser social es el mayor creador de conciencia que existe y que nos debemos dirigir fundamentalmente a quienes nuestro proyecto beneficio objetivamente no sólo a nivel ideológico, sino fundamentalmente para mejorar su vida material, que es una mayoría de la sociedad.
Cuando hablamos de la lucha nacional y por el derecho de autodeterminación, decidí no entrar en debates profundos, porque ese es uno de los mayores quebraderos de cabeza en la realidad política del Estado Español. Lo que me sorprendió fue el gran conocimiento que en Corea tienen sobre el independentismo vasco y catalán. Me mencionaron dos cosas que me sorprendieron mucho -para que luego se diga que es un pueblo sometido por el “régimen” a la desinformación-: la manifestación masiva en Barcelona de rechazo a la sentencia del Tribunal Constitucional y la prohibición de los toros en el Parlament.
Tras el fin del coloquio, fui a Mangyongdae, pueblo natal de Kim Il Sung y donde se puede visitar la casa donde se crió. La casa es en realidad una choza que sus bisabuelos habían alquilado a unos terratenientes de la zona. Mangyongdae era una zona de gran belleza -y lo sigue siendo- a las afueras de una vieja urbe feudal, un asentamiento ideal para las familias que vivían de las rentas de las tierras.
El bisabuelo de Kim Il Sung trabajaba cuidando las tumbas de una de estas familias, que a cambio le alquiló la choza en la que vivió toda su vida. 12 personas de la familia de Kim Il Sung vivían en la choza y trabajaban el campo.
La familia era de corte nacionalista y progresista, aunque el primero en militar en una organización proletaria fuese el propio Kim Il Sung. Su padre fue fundador de la Asociación Nacional Coreana y participó en un movimiento ilustrado de enseñanza. Su madre era feminista y la primera presidenta de la Unión de Mujeres Democráticas de Corea, organización anterior a la Revolución.
Varios hermanos y tíos de Kim Il Sung cayeron en la lucha contra Japón.
Hoy día Mangyongdae pertenece a la ciudad de Pyongyang y es su barrio más poblado. La parte más cercana a la choza natal de Kim Il Sung tiene torres de edificios viejos y con cierto deterioro, aunque para ser justo, en Avilés -mi ciudad- hay zonas en mucho peor estado.
Sin embargo, menciono este detalle porque al poco de pasar Mangyongdae se llega al reparto Kwanbok, donde viven más de 50'000 personas y uno de los más modernos del país. Torres de edificios modernos de hasta 40 pisos, en algunos casos, con espaciosas zonas verdes, dos hoteles, el mayor Palacio de los Niños y Estudiantes de todo el país,... etc. El contraste es bastante claro. Kwanbok se construyó a finales de los años 80 y es, junto al reparto Thongil, ejemplo de modernidad y calidad de vida socialista. Es una buena muestra de cómo sería hoy todo el país de no haber sucedido la crisis de los años 90.
En cualquier caso, con el plan hacia el año 2012 y las nuevas 100'000 viviendas cabe el optimismo. Kwanbok también está sufriendo un plan de modernización, visible en la reparación y construcción de edificios. Además, también se está ampliando el metro, noticia que me ha sorprendido.
Pyongyang se moderniza y, además, quiere parecer moderna. Pyongyang siempre fue una ciudad sin semáforos, debido al escaso tráfico y a la presencia permanente de la policía de tráfico en los principales cruces. Ahora se están instalando de forma masiva, no tanto por aumento del tráfico, sino por una cuestión de simbolizar la recuperación.
En el caso de la instalación de más farolas, el problema es diferente. A medida en que se resuelven los problemas de suministro eléctrico, es posible satisfacer la iluminación nocturna de las ciudades. Sin embargo, creo que también existe cierta obsesión por demostrar que el país puede, al margen de que sea una necesidad.
A simple vista, no se ven dificultades ni grandes problemas económicos en la vida de los norcoreanos. El nivel de vida no es comparable al de Europa, pero en Europa no partimos de ser en 1945 de ser un país arrasado, con tan solo 9 licenciados universitarios y recién salidos de la época feudal. Tampoco estamos sometidos a un bloqueo imperialista casi completo, incluyendo el que practican Rusia y China a través de las sanciones de la ONU que ellas mismas permitieron, a pesar de su derecho a veto.
Y partiendo de esas premisas, el nivel de vida es increíblemente elevado. Lo normal sería la hambruna, el desempleo, el caos y la corrupción generalizada. Nada de eso ocurre en Corea.
En cualquier caso, y a pesar de la gran cantidad de obras que se están llevando a cabo, no sé hasta qué punto éstas representan la diferencia entre ser y no ser una “gran potencia socialista próspera”. Esto será más bien un proceso a largo plazo, que no comienza en 2012, ni siquiera comenzó en 2008. Comenzó en 1998, tras el fin de la crisis económica de los años 90 y con el comienzo de la década de recuperación. Igualmente, este proceso no termina en 2012 sino que se prolongará durante bastante tiempo. Es decir, en mi opinión 2012 no marcará la entrada coreana en la prosperidad, sino que será la celebración simbólica de algo que viene sucediendo desde hace tiempo.
Por la tarde visitamos el Museo de la Revolución. El museo es literalmente gigantesco: 240'000 metros cuadrados repartidos en unas 100 salas de exposición. Los coreanos explican que su revolución no se hizo con el objetivo inmediato de construir un Estado socialista, ya que eso era una realidad demasiado avanzada y lejana para ellos. Su lucha inmediata era contra el feudalismo y contra las agresiones de las potencias imperialistas contra Corea.
Por eso, el Museo de la Revolución arranca con el siglo XIX y las agresiones imperialistas contra Corea. Es especialmente interesante un memorándum del Congreso estadounidense en plena mitad del siglo XIX, en el que aprueban medidas de presión para lograr que el “Reino Ermitaño” se abra al comercio y la hegemonía yanki.
Como eso, hay en torno a 550'000 piezas, textos, reliquias, réplicas, maquetas a escala, etc. que se pueden ver en todo el museo. Está dividido por épocas: el periodo de lucha anti-feudal y por la independencia (1866 – 1945), el periodo de construcción de la Patria Nueva (1945 – 1950), el periodo de la Guerra de Corea (1950 – 1953), el periodo en el que se ponen las bases del socialismo (1953 – 1961), varios periodos de construcción del socialismo (1961 – 1970, 1970 – 1980, 1980 – 1994, 1994 – 2010) y un hall especial dedicado a los revolucionarios coreanos.
No visité, obviamente, todas estas secciones, sino que una guía del museo me enseñó en tres horas y media las dos primeras. Para ver el museo entero, según me explicó, se requeriría una semana.
Me explicaron algunas cuestiones históricas como las conferencias en las que los comunistas coreanos se organizan para la lucha armada contra el Imperio Japonés, la fundación de la guerrilla, la creación de zonas liberadas por la guerrillera, el paso de una táctica de grandes unidades guerrilleras a una de pequeñas unidades, la liberación de Corea, etc.
Tenían réplicas a escala real de los cuarteles generales de la guerrilla en las montañas cercanas a Paektusan. En general, el museo impresiona, aunque está excesivamente centrado en la figura personal de Kim Il Sung.
Fuera del museo está la gran estatua del revolucionario, de 22 metros de altura, junto a unas 120 figuras representativas de aquellos que lucharon por la Revolución en Corea, desde los artistas y músicos, a los intelectuales, obreros y campesinos, pasando -por supuesto- por los guerrilleros, las mujeres, los niños y, en general, el pueblo.
Tras un día dedicado a la política al cien por cien, al llegar al hotel me apetecía hacer algo diferente, así que decidí ir a la piscina. El hotel es estatal y la piscina del hotel, por tanto, también. En Corea, a la propiedad estatal se le conoce como “propiedad de todo el pueblo”, lo cual es más que un simple eufemismo.
Efectivamente, la entrada no está vetada a los coreanos. Más bien al contrario, sin norcoreanos esas piscinas dejarían de tener vida, ya que la población local era el 100% de los 40 que estábamos en la piscina, al margen de mí y de dos turistas chinos.
Las piscinas estaban bastante bien. A los turistas nos cobraban tres euros por la entrada, que incluía pase para las duchas (una pasada), las saunas (un infierno irrespirable del calor acumulado que había), sala de musculación, chanclas, taquillas y toallas.
Eso tan cacareado de que “el régimen” aleja a los ciudadanos de los visitantes, hace aguas por todos sitios -nunca mejor dicho. Al margen ya de los paseos, de las 26 horas de tren con acompañantes coreanos, el parque de atracciones y otras experiencias que he narrado; la idea de poder echar carreras en una piscina, nadar, bromear y divertirse con jóvenes coreanos hace bastante insostenible toda la basura que habitualmente se dice contra Corea.
En la piscina fui por momentos la “sensación”, ya que una cara occidental sigue siendo algo exótico en Pyongyang. Muchos locales se acercaron a hablar conmigo y un pionero de 11 años no se separó de mí en la hora y media que estuve a remojo. Apenas hablaba inglés, pero echamos carreras, buceamos, dimos volteretas y todo lo que él quiso. Al final yo ya no sabía qué más hacer para que se divirtiera, una vez que ya renuncié a la idea de que el algún momento se cansaría de mí.
Nada más por hoy, con los dedos aún arrugados pongo punto final.

Juan Nogueira López


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