Décima Crónica de “Un viaje a Corea”
- Noveno día en Corea -
Juan Nogueira López
para el blog
“Corea Socialista”
(Descargar en PDF)
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Juan Nogueira López
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“Corea Socialista”
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15 de agosto, día de la liberación de Corea. Es domingo. Eso quiere decir que todo está cerrado hoy y, para encima, se ha proclamado día de luto nacional por los muertos en las inundaciones de China. Eso quiere decir que hoy no habrá ni Arirang ni velada de bailes de los estudiantes en la Plaza Kim Il Sung. ¡El día promete poco!
A las 8 bajo a desayunar, más tarde de lo habitual. El desayuno consiste hoy en un buffet, lo cual me ahorra disgustos aceitosos a primera hora. Los camareros van hoy con esmoquin blanco y pajarita negra. La mitad de las camareras viste también así, la otra mitad viste con un vestido tradicional rosa. Como siempre, son muy atentos, demasiado. En un día de buffet, lo lógico es que tuvieran menos trabajo de lo habitual. ¡Nada de eso! No tener que servir los platos les dejó tiempo libre para recoger aquello con lo que íbamos terminando con más rapidez y eficacia. ¡Insisto: Demasiada!
Resulta que yo había aprovechado el buffet para coger dos yogures. Obviamente, sólo cogí una cucharilla y un azucarero para los dos. Pues bien, en cuanto terminé el primero, empecé a preparar las tostadas. Entre medias, ya me habían retirado la cucharilla y el azucarero. Eso sí, con una gran sonrisa en la boca. Para que cualquiera se haga una idea del tipo de atención que te brindan en Corea.
La gente que está por el hotel es de lo más variopinta. En España la gente suele verme como bicho raro por hacer viajes a Corea y defender esta realidad socialista. Pues bien, al lado de mucha de la gente que se acerca el país, yo soy el perfecto ejemplo de normalidad.
Pero no voy a criticar personas. Hace unos días llegó un nuevo grupo de japoneses, alrededor de 20. También hay un gran número de chinos y unos 6 norteamericanos. Son las nacionalidades más repetidas.
El grupo de jóvenes japoneses sigue sorprendiéndome. No sólo por su ropa, sino por esa forma de ser tan correcta y tan oriental que tienen. Una de ellas, me dijo el otro día que estaba emocionada. Le pregunté el motivo y me respondió que era porque iba a visitar el Palacio Memorial de Kumsusan, donde están los restos de Kim Il Sung. Sorprendido, le pregunté si era la primera vez que tenía ocasión de visitar el palacio. Ella me dijo que no, que era la tercera pero que... siempre se emocionaba cuando iba.
Supongo que en Occidente nos cuesta mucho entender este tipo de sentimientos, pero para la gente de culturas asiáticas, es algo más común. En Occidente, incluso en la literatura, ya no nos creemos al héroe, al personaje virtuoso que lucha abnegadamente por un fin y lo consigue. Lo consideramos propio de relatos antiguos o para niños pequeños. Nos refugiamos en la comedia o el drama cotidiano o en relatos épicos, pero siempre que el protagonista se vea arrastrado hacia su lucha, no porque él busque la gloria.
No tengo la capacidad de desentrañar por qué nos hemos vuelto desengañados e incrédulos, pero supongo que tiene bastante que ver con el tipo de sociedad en la que vivimos, en la que quienes nos hablan en términos épicos y de lucha entre el bien y el mal son “héroes” como George W. Bush. ¡Así, es normal!
De igual forma, en Occidente hemos enterrado cualquier criterio de moralidad. Incluso la propia palabra nos suena anacrónica y religiosa. Supongo que el nefasto papel de la Iglesia Católica tiene bastante que ver con ello, pero el vacío moral dejado por la religión tras el fin del franquismo, no ha sido rellenado por ninguna moral colectiva y socialmente aceptada. Más bien existen criterios morales relativistas, no formulados y asumidos de forma individual. Es decir, cada uno forja sus propios principios y normas, de forma que, en la práctica, todos hacemos lo que nos da la gana. ¡O creemos hacerlo! Porque nuestras decisiones, lejos de ser libres, siempre tienen una inclinación a hacer aquello que el sistema actualmente existente quiere que hagas: consumir.
Si queremos construir una sociedad diferente, ésta tendrá que partir de hombres y mujeres que luchen por construirla. Y eso implica formas de pensar, de comportarnos y relacionarnos diferentes. Es decir, en definitiva, una nueva moral progresista, que nos haga avanzar. Tendrá que ser una moral adecuada a la clase sobre la que se basará la nueva sociedad. Lo que en el pasado autores como el Che Guevara llamaron la moral comunista del hombre y la mujer nueva.
Pues bien, a su manera y se esté de acuerdo o no, en Corea, además de tener un héroe, un relato épico de lucha del bien -el socialismo, el pueblo, el líder- contra el mal -el imperialismo, los capitalistas, los enemigos de la patria-, también tienen una moral diferente y socialmente aceptada.
Por la mañana, mientras daba un paseo por los alrededores del hotel, pude verlo con mis propios ojos. En el día de la Liberación, en que no abren colegios ni centros de trabajo, decenas de miles de personas habían sido movilizadas desde por la mañana para embellecer la ciudad. Los sindicatos, los pioneros, la Asociación Democrática de Mujeres y otras organizaciones de masas, habían convocado a sus miembros -con un sonoro éxito, por cierto- a cortar el césped, arreglar las plantas y flores, limpiar las señales de tráfico, pintar paredes,... etc.
Después de explorar los alrededores del Hotel Koryo, fui en coche a ver zonas de ocio y esparcimiento de Pyongyang. Algunas de ellas fueron el Gran Palacio de Pyongyang, el parque y fuentes de alrededor del Gran Palacio de Estudios del Pueblo, los alrededores del río Taedong -si no fuera porque ninguno somos expertos en remar, hubiésemos subido a una barca, como hacen muchos ciudadanos de Pyongyang- y la Puerta Taedong, antigua entrada a la capital a través de sus murallas y uno de las pocas cosas que quedó en pie tras la barbarie yanqui.
Todo de lo más normal: gente estudiando, jóvenes y mayores leyendo, familias paseando a sus pequeños, parejas tomando un helado mirando al río Taedong. Sé que mi hermano se sentirá decepcionado, pero aquí las parejas toman sólo helados, no paninis. Aunque, todo hay que decirlo, la comida italiana tiene cierto tirón en Corea: hay dos restaurantes italianos en Pyongyang y uno “europeo” y en los hoteles no es raro que te sirvan espaguetis o macarrones.
Por la tarde, estuve tomando un café Pokka con Kimsita. Estuvimos hablando de varios temas, aunque el más espinoso fue sin duda el de la alimentación en Corea. Me estuvo explicando que existe una cartilla de abastecimiento, que son alimentos a precios casi gratuitos que el Estado asigna a cada persona, en función de una serie de condiciones (edad, dureza del trabajo desempeñado, embarazo,...). Además, en toda tienda, cualquier persona puede adquirir más alimentos a precios no subvencionados.
Kimsita me aseguró que en Corea no existen problemas de hambre, pero dice que la situación alimenticia tiene que mejorar, porque el nivel actual de comida disponible para cada familia es algo austero.
Mientras tomábamos el café, las camareras subieron el volumen de la televisión. Estaba comenzando el concierto en el Teatro Mansudae, en honor al 65º aniversario de la Liberación del país.
La sorpresa fue ver muchas caras conocidas entre los cantantes: un grupo de alrededor de 10 rusos que se alojaban en el Hotel Koryo eran, en realidad, músicos invitados al concierto. Según me informaron más adelante, ya han estado en otras ocasiones en Corea.
La música rusa, sin ninguna duda, apasiona a los coreanos, que aplauden, cantan, tararean y bailan con la mayoría de canciones, incluso con las folklóricas. El repertorio se compuso, fundamentalmente, de canciones de la época soviética, bien conocidas en Corea.
Junto a los artistas rusos había una amplia orquesta coreana y varios cantantes. El resultado fue simplemente espectacular.
En Corea no sólo gusta la música rusa, sino también la música clásica europea. He podido escuchar piezas de Mozart, Brahms, Strauss, Beethoven, Tchaikovsky y otros compositores, tocadas por conjuntos locales o emitidas por la radio.
La televisión se prodiga también en producciones extranjeras. Son frecuentes las series chinas en la televisión estatal, así como los documentales y películas rusas.
Una pregunta que bastante frecuentemente me hago es la de cuántos canales tiene en realidad la televisión norcoreana. Como mínimo, siempre está emitiendo uno. Pero según el día, emiten hasta dos más. En realidad, casi que mejor. Cuando no tienes nada que decir, mejor cállate y no rellenes con chorradas como “Sálvame” y otras delicatessen de la parrilla audiovisual española.
Hoy me encontré en Pyongyang a dos viejos conocidos.
El primero de ellos fue George, norteamericano, de algo más de 50 años y experto en medicina deportiva. Es su cuarta estancia en Pyongyang y lleva programas de cooperación con Corea en su especialidad.
Es una buena persona y bastante estoico. Esto último lo digo por las condiciones que tienen los estadounidenses que visitan Corea, con mayores controles y trámites. De hecho, su visado es de turista, a pesar de que se dedique a la cooperación. Eso implica que tiene mayores dificultades a la hora de llevar las gestiones y reuniones. Pero él persiste y sigue empeñado en ayudar a sus camaradas coreanos.
El segundo reencuentro fue con Alejandro Cao de Benós, con el que tengo estima y confianza. Es una de las personas más enérgicas y activas que conozco y su compromiso con Corea es total. Es agradable en el trato e inteligente.
Nos conocimos en mi primer viaje a la Península Coreana, en 2005. Desde entonces, nos hemos visto en numerosas ocasiones, ya sea en Pyongyang o en algún encuentro de solidaridad.
Esta vez, tuvimos la desgracia de que cuando llegó, me pilló destrozando dos culturas musicales al mismo tiempo, es decir, en el karaoke. Casi que le agradezco que me rescatara de esa pesadilla.
Alejandro y yo hablamos de nuestros viajes, mis por fin finalizados estudios, que he dejado el tabaco, proyectos en la solidaridad con Corea,... etc. ¡Un poco de todo! Especialmente, tratamos el encuentro de solidaridad con Corea que habrá en Barcelona el próximo 23 de octubre y al que estarán invitadas todas las personas solidarias en el Estado Español.
Fue agradable poder conversar con él, sobre todo en un día en que he hecho bastante poco. ¡Mañana sigue la crónica!
A las 8 bajo a desayunar, más tarde de lo habitual. El desayuno consiste hoy en un buffet, lo cual me ahorra disgustos aceitosos a primera hora. Los camareros van hoy con esmoquin blanco y pajarita negra. La mitad de las camareras viste también así, la otra mitad viste con un vestido tradicional rosa. Como siempre, son muy atentos, demasiado. En un día de buffet, lo lógico es que tuvieran menos trabajo de lo habitual. ¡Nada de eso! No tener que servir los platos les dejó tiempo libre para recoger aquello con lo que íbamos terminando con más rapidez y eficacia. ¡Insisto: Demasiada!
Resulta que yo había aprovechado el buffet para coger dos yogures. Obviamente, sólo cogí una cucharilla y un azucarero para los dos. Pues bien, en cuanto terminé el primero, empecé a preparar las tostadas. Entre medias, ya me habían retirado la cucharilla y el azucarero. Eso sí, con una gran sonrisa en la boca. Para que cualquiera se haga una idea del tipo de atención que te brindan en Corea.
La gente que está por el hotel es de lo más variopinta. En España la gente suele verme como bicho raro por hacer viajes a Corea y defender esta realidad socialista. Pues bien, al lado de mucha de la gente que se acerca el país, yo soy el perfecto ejemplo de normalidad.
Pero no voy a criticar personas. Hace unos días llegó un nuevo grupo de japoneses, alrededor de 20. También hay un gran número de chinos y unos 6 norteamericanos. Son las nacionalidades más repetidas.
El grupo de jóvenes japoneses sigue sorprendiéndome. No sólo por su ropa, sino por esa forma de ser tan correcta y tan oriental que tienen. Una de ellas, me dijo el otro día que estaba emocionada. Le pregunté el motivo y me respondió que era porque iba a visitar el Palacio Memorial de Kumsusan, donde están los restos de Kim Il Sung. Sorprendido, le pregunté si era la primera vez que tenía ocasión de visitar el palacio. Ella me dijo que no, que era la tercera pero que... siempre se emocionaba cuando iba.
Supongo que en Occidente nos cuesta mucho entender este tipo de sentimientos, pero para la gente de culturas asiáticas, es algo más común. En Occidente, incluso en la literatura, ya no nos creemos al héroe, al personaje virtuoso que lucha abnegadamente por un fin y lo consigue. Lo consideramos propio de relatos antiguos o para niños pequeños. Nos refugiamos en la comedia o el drama cotidiano o en relatos épicos, pero siempre que el protagonista se vea arrastrado hacia su lucha, no porque él busque la gloria.
No tengo la capacidad de desentrañar por qué nos hemos vuelto desengañados e incrédulos, pero supongo que tiene bastante que ver con el tipo de sociedad en la que vivimos, en la que quienes nos hablan en términos épicos y de lucha entre el bien y el mal son “héroes” como George W. Bush. ¡Así, es normal!
De igual forma, en Occidente hemos enterrado cualquier criterio de moralidad. Incluso la propia palabra nos suena anacrónica y religiosa. Supongo que el nefasto papel de la Iglesia Católica tiene bastante que ver con ello, pero el vacío moral dejado por la religión tras el fin del franquismo, no ha sido rellenado por ninguna moral colectiva y socialmente aceptada. Más bien existen criterios morales relativistas, no formulados y asumidos de forma individual. Es decir, cada uno forja sus propios principios y normas, de forma que, en la práctica, todos hacemos lo que nos da la gana. ¡O creemos hacerlo! Porque nuestras decisiones, lejos de ser libres, siempre tienen una inclinación a hacer aquello que el sistema actualmente existente quiere que hagas: consumir.
Si queremos construir una sociedad diferente, ésta tendrá que partir de hombres y mujeres que luchen por construirla. Y eso implica formas de pensar, de comportarnos y relacionarnos diferentes. Es decir, en definitiva, una nueva moral progresista, que nos haga avanzar. Tendrá que ser una moral adecuada a la clase sobre la que se basará la nueva sociedad. Lo que en el pasado autores como el Che Guevara llamaron la moral comunista del hombre y la mujer nueva.
Pues bien, a su manera y se esté de acuerdo o no, en Corea, además de tener un héroe, un relato épico de lucha del bien -el socialismo, el pueblo, el líder- contra el mal -el imperialismo, los capitalistas, los enemigos de la patria-, también tienen una moral diferente y socialmente aceptada.
Por la mañana, mientras daba un paseo por los alrededores del hotel, pude verlo con mis propios ojos. En el día de la Liberación, en que no abren colegios ni centros de trabajo, decenas de miles de personas habían sido movilizadas desde por la mañana para embellecer la ciudad. Los sindicatos, los pioneros, la Asociación Democrática de Mujeres y otras organizaciones de masas, habían convocado a sus miembros -con un sonoro éxito, por cierto- a cortar el césped, arreglar las plantas y flores, limpiar las señales de tráfico, pintar paredes,... etc.
Después de explorar los alrededores del Hotel Koryo, fui en coche a ver zonas de ocio y esparcimiento de Pyongyang. Algunas de ellas fueron el Gran Palacio de Pyongyang, el parque y fuentes de alrededor del Gran Palacio de Estudios del Pueblo, los alrededores del río Taedong -si no fuera porque ninguno somos expertos en remar, hubiésemos subido a una barca, como hacen muchos ciudadanos de Pyongyang- y la Puerta Taedong, antigua entrada a la capital a través de sus murallas y uno de las pocas cosas que quedó en pie tras la barbarie yanqui.
Todo de lo más normal: gente estudiando, jóvenes y mayores leyendo, familias paseando a sus pequeños, parejas tomando un helado mirando al río Taedong. Sé que mi hermano se sentirá decepcionado, pero aquí las parejas toman sólo helados, no paninis. Aunque, todo hay que decirlo, la comida italiana tiene cierto tirón en Corea: hay dos restaurantes italianos en Pyongyang y uno “europeo” y en los hoteles no es raro que te sirvan espaguetis o macarrones.
Por la tarde, estuve tomando un café Pokka con Kimsita. Estuvimos hablando de varios temas, aunque el más espinoso fue sin duda el de la alimentación en Corea. Me estuvo explicando que existe una cartilla de abastecimiento, que son alimentos a precios casi gratuitos que el Estado asigna a cada persona, en función de una serie de condiciones (edad, dureza del trabajo desempeñado, embarazo,...). Además, en toda tienda, cualquier persona puede adquirir más alimentos a precios no subvencionados.
Kimsita me aseguró que en Corea no existen problemas de hambre, pero dice que la situación alimenticia tiene que mejorar, porque el nivel actual de comida disponible para cada familia es algo austero.
Mientras tomábamos el café, las camareras subieron el volumen de la televisión. Estaba comenzando el concierto en el Teatro Mansudae, en honor al 65º aniversario de la Liberación del país.
La sorpresa fue ver muchas caras conocidas entre los cantantes: un grupo de alrededor de 10 rusos que se alojaban en el Hotel Koryo eran, en realidad, músicos invitados al concierto. Según me informaron más adelante, ya han estado en otras ocasiones en Corea.
La música rusa, sin ninguna duda, apasiona a los coreanos, que aplauden, cantan, tararean y bailan con la mayoría de canciones, incluso con las folklóricas. El repertorio se compuso, fundamentalmente, de canciones de la época soviética, bien conocidas en Corea.
Junto a los artistas rusos había una amplia orquesta coreana y varios cantantes. El resultado fue simplemente espectacular.
En Corea no sólo gusta la música rusa, sino también la música clásica europea. He podido escuchar piezas de Mozart, Brahms, Strauss, Beethoven, Tchaikovsky y otros compositores, tocadas por conjuntos locales o emitidas por la radio.
La televisión se prodiga también en producciones extranjeras. Son frecuentes las series chinas en la televisión estatal, así como los documentales y películas rusas.
Una pregunta que bastante frecuentemente me hago es la de cuántos canales tiene en realidad la televisión norcoreana. Como mínimo, siempre está emitiendo uno. Pero según el día, emiten hasta dos más. En realidad, casi que mejor. Cuando no tienes nada que decir, mejor cállate y no rellenes con chorradas como “Sálvame” y otras delicatessen de la parrilla audiovisual española.
Hoy me encontré en Pyongyang a dos viejos conocidos.
El primero de ellos fue George, norteamericano, de algo más de 50 años y experto en medicina deportiva. Es su cuarta estancia en Pyongyang y lleva programas de cooperación con Corea en su especialidad.
Es una buena persona y bastante estoico. Esto último lo digo por las condiciones que tienen los estadounidenses que visitan Corea, con mayores controles y trámites. De hecho, su visado es de turista, a pesar de que se dedique a la cooperación. Eso implica que tiene mayores dificultades a la hora de llevar las gestiones y reuniones. Pero él persiste y sigue empeñado en ayudar a sus camaradas coreanos.
El segundo reencuentro fue con Alejandro Cao de Benós, con el que tengo estima y confianza. Es una de las personas más enérgicas y activas que conozco y su compromiso con Corea es total. Es agradable en el trato e inteligente.
Nos conocimos en mi primer viaje a la Península Coreana, en 2005. Desde entonces, nos hemos visto en numerosas ocasiones, ya sea en Pyongyang o en algún encuentro de solidaridad.
Esta vez, tuvimos la desgracia de que cuando llegó, me pilló destrozando dos culturas musicales al mismo tiempo, es decir, en el karaoke. Casi que le agradezco que me rescatara de esa pesadilla.
Alejandro y yo hablamos de nuestros viajes, mis por fin finalizados estudios, que he dejado el tabaco, proyectos en la solidaridad con Corea,... etc. ¡Un poco de todo! Especialmente, tratamos el encuentro de solidaridad con Corea que habrá en Barcelona el próximo 23 de octubre y al que estarán invitadas todas las personas solidarias en el Estado Español.
Fue agradable poder conversar con él, sobre todo en un día en que he hecho bastante poco. ¡Mañana sigue la crónica!
Juan Nogueira López
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